Me encanta cuando sobra pizza por la noche y la huelo en el desayuno, lo rico que está el trocito de pollo que hicimos al horno y hoy hemos reciclado en ensalada cesar. También soy una fanática de mezclar lo dulce con lo salado, podría vivir una semana comiendo tostadas con queso azul y mermelada de fresa. Además, me gusta utilizar la regadera de florero, las cajas de fruta como centro de mesa, el papel higiénico de colores como servilletas y los azulejos de posavasos.
Los azulejos que os traigo hoy son una joya que encontré en un mercadillo hace unos meses, compré ocho por dos euros, ¡una ganga!. Están pintados a mano y formaban parte de un espejo antiguo que yo no llegué a ver. Aparentemente los baldosines solos no tenían sentido, pero en cuanto los vi supe que se iban a convertir en mis posavasos preferidos.
Me los envolvió en un papel de periódico del año de MariaCastaña, le di los dos euros y ella me dio, junto con las ocho piezas, un puñado de ilusión. Son de un tamaño perfecto, la textura es maravillosa, se notan los trazos de la pintura y casi casi puedes escuchar el eco de los ojos que se vieron en los pedazos de lo que fue un espejo.
Para rematar, se les puede pegar un trozo de fieltro en la parte inferior por si no quedan bien anclados en la mesa, pero estos en concreto tienen una textura rugosa por la otra cara y no patinan nada. Yo creo que, aunque nacieron espejo, ellos de mayor quería ser posavasos.
Así que ya sabéis, si tenéis azulejos que no utilizáis, ésta es una buena manera de darles una nueva vida. Si son más grandes los podéis usar de bajoplato e incluso para poner canapés, fiambres o lo que se os ocurra.
Otra de las ideas que me ronda por la cabeza es conseguir una teja para utilizar de fuente en la que servir determinadas comidas. Si me hago con una ya os la enseñaré, ¡qué bonita quedaría con una ensalada de tomate y cilantro!
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