Tengo tantas ganas de comerme el mundo que he decido empezar una nueva sección: el mundo en bocadillo. La sección que se convierte en mi diario de aventuras viajeras con sazón gastronómico. ¿Queréis un bocado?
Este fin de semana he estado en el norte, así que no encuentro mejor excusa para este primer entrepán. Me dormí con la sidra bailando xiringüelu con el cachopo en el estómago, en un pequeño hotel de peregrinos (Avenida Real), de armarios de madera maciza, paredes ilustradas, suelo oscuro, almohada mullida y olor a pasto.
Ocho y media de la mañana, el sonido de la ducha y el sabor de una aventura diferente en la punta de la lengua. Mis botas de montaña ya despiertas, en lugar de legañas lucían restos de barro de sa tramuntana, -no los quito por seguir pisando, el tiempo que duren, ‘algo’ de la isla bonita-.
Villaviciosa amaneció con una sonrisa, sin hambre de lluvia y con olor a tahona.
Cogí energía, un tazón de colacao, dos tostadas con tomate y al lío. A Noelia de Woman to Santiago y a mí, nos esperaban unos cuantos kilómetros hasta el lugar en el que habíamos quedado con Carla de La tortuguita blanca y Noemí de Turismo de Gijón, más tarde se unían María de Escarabajos, bichos y mariposas y Chejo de La bici azul.
Todas juntas, nos habíamos propuesto hacer #elcaminoGijón -un trozo del camino de Santiago a su paso por Gijón-, durante cuatro días. Sin olvidarnos en absoluto de probar algunos de los mejores sitios gastro de la ciudad, ruta Pinterest de comercios incluida y parada obligatoria para repostar en La Gijonesa.
Os seguiré contando en el mundo en bocadillo cómo fueron las cuatro etapas de #elcaminoGijón, qué lugares descubrimos y todos los productos asturianos que hoy inundan mi teclado.
¡Vamos a comernos el mundo en bocadillos!
PD. Gracias al Ayuntamiento de Villaviciosa y a Miguel Ángel Naredo por tratarnos tan bien, gracias Noemí (y compañeros) de Turismo de Gijón por contar conmigo para esta aventura y gracias a mis compañeras de camino por darme cucharadas de felicidad.
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