Ya tengo las manos frías. Es atrasar la hora y ponerme los calcetines por encima del pijama, dormir la siesta los sábados, leer con las manos entre las piernas y subir los hombros como si no entendiera nada. Aunque es otoño, para mí ya es invierno. Sólo entiendo de frío o calor, de manta o playa y de gazpacho o fabada.
El fin de semana pasado la nubes me pidieron por favor que preparase aquella fabada que había prometido desde antes del verano. He esperado, sin saberlo, al momento perfecto. Se han alineado los planetas. Fabes y compango de Asturias y una cocotte de Le Creuset que hace magia.
Hace unas semanas estuve en el Norte (te lo conté aquí) y aproveché para traerme de La Gijonesa unas buenas fabes con su compango para cocinar como poción mágica en mi nueva cocotte rosa de Le Creuset. Me llegó a casa hace unos días, junto con cuatro mini cocottes de colores, como regalo por el premio a Mejor Bloguera Femenina de Canal Cocina. Qué bonita y qué bien va. Es tan Mésame Mucho, que no entiendo cómo no nos habíamos enamorado antes. Según me cuentan, va a ser un amor para toda la vida.
Con estos ingredientes sólo era necesario poner a remojo las fabes la noche anterior y escuchar el chup-chup del fuego lento durante toda la mañana siguiente, mientras la casa iba perfumándose de un intenso eau de Asturias, patria querida.
Los cristales empañados, la calefacción desperezándose y la cuchara dispuesta a llenarme la boca de Norte. De este guiso le he dicho ‘hola’ al frío. Los relojes piensan igual que yo, las agujas sólo entienden de invierno o verano.
Si te apetece conocer la manera tradicional de preparar la cocotte de fabada asturiana, he seguido la receta de Directo al paladar. Si además quieres prepararla en una cocotte como la mía, puedes pedirla aquí.
Y tú, ¿eres más de frío o de calor, de gazpacho o fabes, de manta o ventilador?
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