Tirarme por un tobogán en un parque acuático, saltar durante una puesta de sol para la foto, hacer cosquillas en los pies, muchas, todo el rato, hasta que duela la barriga.
Dar vueltas con los ojos cerrados, los brazos en cruz y los pies sobre la arena. Hacer galletas, preparar una cena a la fresca, saltar la hoguera, contar chistes, sorber un globo de helio y hablar con una voz que no tengo ni quiero. Cantar a grito pelado con mi hermana en el coche, hacer del peine una armónica, comer petazetas y abrir la boca para que salten como palomitas, bailar una coreografía que no me sé, tararear la canción del verano.
Tirarme al mar en bomba, creerme la protagonista de Titanic cuando estoy en la proa de un velomar, pescar una bota, hablar con la u.
Abrir la botella de un vino espumoso y que el tapón salga como si fueran fuegos artificiales, brindar con amigos y apoyar la copa para que se cumplan los deseos más fogosos, inventarme una obra de teatro basada en aquella canción de Drexler y representarla en la base de un molino.
Lanzarme en tirolina y apretar los dientes a mitad del trayecto, escribir con la izquierda, dibujar espirales, hacer malabares y ponerme pimienta en la punta de la nariz.
Soplar las velas, pedir deseos y hacer regalos que no se esperan. Tirar confeti, tocar la flauta, ponerme las chanclas al revés. Bañar a mi perro, llenar la piscina, dormir sin pijama y contar que he volado en sueños sobre una gran ciudad.
Esta retahíla de cosas sin sentido, esta cata de ideas con confeti son pequeñas cosas divertidas que me alimentan la felicidad. Momentos, segundos, ratos efímeros repartidos en días impares que parece que no dejan huella pero se quedan en el cogote para siempre. Momentos por los que brindar para seguir teniendo más momentos.
Me divierte, todo esto me divierte y me divierte mucho más cuando comparto todos esos momentos con alguien. Conocidos o desconocidos, personas con las que me he cruzado ese día en el tren o que se han sentado a mi lado en una cata en una bodega, personas que puede que no vea nunca más pero me divirtieron por su forma de hablar, de guiñar el ojo o de sonreír, o personas que llevan conmigo toda la vida, que son mi almohada, mi piernas, mi inspiración.
Divertirse es dejarse llevar, disfrutar, llorar de risa sin motivo, tener ilusión y compartir todas estas pequeñas cosas que hacen tu vida única.
Brindemos con una botella de vino DO por esta #catadeideas y todos aquellos momentos que nos divierten y nos mueven: http://www.movimientovinodo.es/
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